Fundación Siglo para el Turismo y las Artes de Castilla y León
1 de marzo de 2019
31 de julio de 2019
De martes a sábado, de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 hrs. Domingos y festivos, de 10:00 a 14:00 y de 14:30 a 19:30 hrs.
Todos los públicos.
Gratuito
Instituciones culturales, Exposición
Junta de Castilla y León, a través del Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León
Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León
Plaza San Blas 1. C.P.: 24810 Sabero. León.
987718357
987718341
983411312
Correo electrónico (pulse para verlo)
https://www.museosiderurgiamineriacyl.es/
“Rincón de Luz” es un espacio expositivo creado en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León, con sede en Sabero (León), hace cinco años, con el objetivo de dar a conocer la importancia de la iluminación en la mina y los diferentes métodos de iluminación que a lo largo de la historia han utilizado los mineros para superar la oscuridad en su trabajo a cientos de metros de profundidad. Actualmente alberga la exposición "Lámparas Tempestad", que reúne una colección de más de cincuenta lámparas de diferentes épocas, países y fabricantes.
Al visitante este modelo de lámpara seguramente le evocará viejas películas del oeste americano o largas travesías en barco, ya que las tempestad, por sus características, fueron muy usadas en la mineria de EEUU, fundamentalmente en la minería del oro y también aprovechadas en ferrocarriles y vapores.
Las lámparas de queroseno o petróleo, como explica José Manuel Sanchis, uno de sus principales estudiosos, tienen su origen ligado al descubrimiento del oro negro en 1859, y recibieron nombres diversos según el país en que eran construidas o empleadas: «sturmlaternen» en Alemania, «wind-lamps» o «hurricane lamps» en Estados Unidos, «luz brillante» en Cuba, «lámpara de parafina» en Chile, «Canfín» en Costa Rica o «paraffin-lamp» en Inglaterra. En España adoptaron la denominación de «lámparas tempestad», aunque fueron popularmente más conocidas como «lámparas de petróleo».
Su inventor fue el farmacéutico e inventor polaco Ignacy Lukasiewicz en 1853, basándose en los principios del funcionamiento del quinqué descubiertos por el químico suizo Aimé Argand y adaptando antiguas lámparas de aceite de ballena.
La aparición de este nuevo sistema de iluminación, mucho más limpio, barato y seguro que los aceites que hasta entonces eran empleados, propició un rápido desarrollo de este tipo de lámparas que más tarde serían sustituidas por las de acetileno y, posteriormente, por las eléctricas. Su uso estuvo destinado principalmente a espacios al aire libre, tales como granjas, buques, carruajes, ferrocarriles, cuerpos de bomberos, obras públicas, etc. , dada la gran resistencia que poseía ante las fuertes corrientes de aire, que la hacían prácticamente inextinguible.
La minería las adoptó igualmente, emplazándolas generalmente en lugares fijos, como las bocas de los pozos, los galerías de ventilación y, lógicamente, en todos aquellos puntos en que los vientos alcanzaran cierta intensidad. No obstante, fue empleada también como alumbrado portátil en muchas minas alemanas e inglesas, desde donde cruzaron el océano Atlántico acompañando y alumbrando a los pioneros que acudieron en masa a la llamada del oro norteamericano.
*Más información en la web del Museo de la Siderurgia y la Minería de Castilla y León. MSM