Fundación Siglo para el Turismo y las Artes de Castilla y León
11 de octubre de 2018
11 de noviembre de 2018
De martes a domingo, de 11:30 a 13:30 y de 18:00 a 21:00 h. Festivos, de 11:30 a 13:30 hrs.
Todos los públicos.
Gratuito
Exposición
Diputación de Salamanca
Palacio de la Salina
C/ Felipe Espino, 1. C.P.: 37002 Salamanca.
923 293 100
La obra de Alejandro Mesonero nos invita al hermoso viaje entre la ilustración, la memoria, la nostalgia, como se ha dicho de ella en algún momento, y, desde luego, a contemplar la belleza en pequeñas secuencias que nos parecerán incluso cinematográficas. Este pintor, nacido en Peñaranda de Bracamonte, nos inspira en esta exposición una aventura de luces, amarillos, oscuros, luminosos contrastes, en definitiva tras un juego magnífico de colores y figuras que el artista nos enseña como pinturas leídas.
Julián Barrera. Diputado de Cultura (Extracto de la presentación)
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Los cuadros generan, pues, a través de estas apariencias una sensación de extrañeza, animando al espectador a preguntarse por su propia alienación. Una extrañeza que surge, precisamente, porque la clave no está ni en el título que propone, ni en las referencias que pueblan sus cuadros, esto es, en aquellas promesas de palabras para ser leídas, sino en la propia palabra del espectador. Es decir, sus cuadros como en un juego especular– devuelven la palabra-creadora –y por tanto el protagonismo– al propio espectador, como dando a entender que es la palabra con mayúscula (nuestra palabra) la única capaz de dar sentido al microcosmos de los cuadros y al macrocosmos al que hacen referencia. Sus cuadros se revelan, por tanto, como una maquinaria barroca, donde solo la palabra con mayúscula puede dar sentido a lo humano y al mundo, y, de este modo, se postulan como una posible respuesta –clásica– al problema del sentido de lo moderno. Frente a un mundo actual donde se demanda a la técnica la generación de sentidos, Alejandro Mesonero nos incita a plantearnos que solo el hombre y la palabra, en tanto que protagonistas de los bosques de lo moderno, pueden convertir el teatro del mundo en un espacio habitable con sentido para sí. Como en Las Meninas, en su obra solo existe un lugar desde el cual puede alcanzarse esa legibilidad, y ese, es el lugar que opuesto al espejo representado por el propio cuadro ocupa el espectador, en tanto que humano y en tanto que Palabra.
Jaime Blanco Aparicio (Doctor en Historia del Arte)